Alexander tenía 19 años, estudiaba para historiador en la Universidad y vivía con sus padres y su perro Smile, un rottweiler (aunque a Alex le hubiera gustado más que fuse un Husky).
Su novia, Anya, era par de meses más joven que él, y ambos tenían muchos gustos en común; les gustaba la pizza, leer, ver anime, jugar Ajedrez y tejer…
¿¡Tejer!?
Si, desde pequeños a ambos les gustaba hacer marionetas, juguetes y cosas similares; la madre de Anya trabajaba en una costuraría, y a veces los dejaba llevarse agujas, carretes de hilo, tela y a veces hasta seda, y les había enseñado, cuando eran pequeños a fabricarse sus propios juguetes, muñecos y títeres.
En sus primeros años de primaria todos sus amigos se burlaban de él (por lo que no podían considerarse “amigos” en el sentido estricto de la palabra), así que cuando entró a secundaria no le contó nunca a nadie los gustos “raros” que tenía, con la intención de evitar que lo siguieran insultando (como si ser bueno en algo que los demás no pudiera considerarse un insulto claro).
Pero nos estamos desviando del tema.
Una noche estaba Alex caminando por la calle, pues había salido a comprar algo a una tienda que estaba a un par de calles de su casa, y que había olvidado comprar durante el día.
Todo se veía muy normal, tan normal como se esperaba de su vecindario; las calles casi vacías, perros callejeros por doquier, las luces de las casas estaban encendidas, había un hombre armado caminando hacia el amenazadoramente…
Espera un segundo, ¿Qué?
-Oye, niño, espera un momento.
Alex pasó de largo sin hacerle caso; solo iba con un cuchillo, y estaba borracho, así que no se preocupó demasiado.
-¡Eh! ¡Niño! ¡Te dije que te detuvieras! ¡Esto es un asalto!-Gritó el hombre desesperadamente.
Salió corriendo en su dirección, pero Alex pegó un brinco para un lado, atravesó el pie e hizo que el hombre se tropezara, para luego rodearlo y seguir su camino.
De ponto el sujeto sacó una pistola y disparó a la cabeza de Al, acabando con su vida.
Abrió los ojos.
Sintió como si llevara siglos durmiendo, pero en realidad solo habían pasado unos minutos.
Alex se levanta, sintiéndose mucho más ligero de lo que había estado jamás. En cuanto se levantó vio que el mismo sujeto de antes estaba de rodillas, buscando algo entre las ropas de… el cadáver de Alex.
El ver su propio cuerpo muerto tirado en el suelo lo sorprendió, sobre todo porque el mismo estaba ahí, de pie, contemplando la escena. Ya antes había visto esto antes, en películas videojuegos y algunos animes… pero no creyó que fuera suceder en la vida real. ¿Un fantasma? ¿De verdad estaba sucediendo? Tanto si era verdad como si se trataba de tan solo un sueño, aquella visión lo molestaba bastante.
Un simple cretino con retraso… una maldita escoria humana… ¿Cómo podía tremendo zopenco acabar con algo tan importante como la vida de Alex?
Se le ocurrió algo: a tan solo unas calles de distancia se encontraba la costuraría de la madre de Anya, donde había un maniquí articulado de tamaño natural, de esos como los que usan los dibujantes, y se le ocurrió que quizás…
Salió literalmente disparado hacia el lugar, intentando recordar todos los métodos de tortura que le habían enseñado en las clases de historia.
Diez minutos después estaba de regreso.
Parecía una persona común, vestido con jeans, tenis y una camisa roja. Se había puesto algo que parecían unos guantes largos de seda de color claro para aparentar piel, y una máscara y peluca muy realistas, de forma que en conjunto hacían que pareciera humano. No tenía ojos, así que se puso unos botones verdes en su lugar. El maniquí tenía varias aperturas en el torso, cabeza y brazos y piernas, en los que guardó varios kilómetros de hilo y tela, y más de un centenar de todo tipo de agujas.
Cuando llegó a la escena del crimen ya no había nadie ahí, a excepción del cadáver.
Sonaban sirenas de policías a lo lejos, y supo que era porque alguien había escuchado el disparo y había llamado para reportar en incidente.
Alzó las manos al cielo, y de ellas salieron disparadas una docena de hilos y agujas, que empezaron a moverse muy tensas en todas direcciones, como buscando algo. En menos de medio minuto todas apuntaban hacia un mismo sitio, así que Alex fue corriendo hacia el lugar señalado.
Corría el triple de rápido que cuando estaba vivo, cosa que lo reconfortaba.
Al cabo de unos instantes estaba en el mismo callejón que el otro tipo, que solo había avanzado un par de calles.
Cuando lo vio sintió más ira que nunca, al percatarse de que le había quitado el reloj, cartera y celular.
El reloj se había roto luego de que aquel inútil lo pisara por error, la cartera estaba vacía, pues nunca llevaba dinero a menos que fuera a algún lugar para comprar algo, y aun así llevaba siempre el dinero justo, como esa misma noche. Y el celular…
Alex llegó justo a tiempo para ver como se le resbalaba y caía al fondo de una alcantarilla.
En pocas palabras, ¿cómo era posible que lo hubieran asesinado por tan poca recompensa? Una billetera nueva… un jodido pedazo de cuero… Si hubiera estado vivo, le hubiera hervido la sangre y tensado los músculos, pero en cambio sintió que se tensaban sus hilos, y que las agujas le temblaban como locas mientras sus botones brillaban de ira.
Fue hacia él y lo tomó del hombro con fuerza, empujándolo contra una pared.
-¡Tú, maldito desgraciado!-Gritó, dándole un golpe en la cara y haciéndolo caer.
-¿Q… quien eres tú?- Preguntó el hombre, asustado.
-¡Ah!, ¡no me reconoces!-Dijo Alex, sarcástico, entre enfadado y burlándose. Se pasó la mano por la cara, con decenas de hilos recorriéndolo, e hizo que su rostro se viera casi idéntico a como se veía hace un par de horas, cuando estaba vivo.- ¿Y qué tal ahora? ¿No? ¡Sí, soy yo, el tipo al que mataste hace rato! ¿Qué cuentas?¿Disfrutas de la buena vida, luego de tremendo botín?
-¿Q-que…Que vas a hacerme…?- Preguntó con la voz casi apagada.
-No te preocupes. Me diste una muerte rápida, así que te voy a pagar con la misma moneda… pero antes tienes que hacerme un favor.
-¿Qué clase de favor?
Dejó a la vista una sonrisa maniática, mostrando las docenas de agujas afiladas que conformaban sus nuevos y espeluznantes dientes.
-No dejes ni uno vivo-Respondió, tras lo cual le desgarró la garganta de un mordisco e hizo que varios metros de tela le recorrieran el cuerpo, empapándose de sangre y reemplazando todas y cada una de las venas del hombre, y cerrando también la herida que Alex había hecho.
El hombre, medio muerto y moviéndose solamente por los hilos que había implantado Alex, siguió caminando lentamente hacia la escena del crimen que el mismo había causado, y se entregó a los policías, que lo apresaron y llevaron a la cárcel.
Alex miraba desde la distancia. Dentro de un par de horas su títere humano rompería las esposas que le habían puesto, y asesinaría a todos los policías y presos que hubiera en prisión. Había muerto a manos de un vulgar ladrón, y los policías no habían hecho nada para ayudarlo, así que él se encargaría personalmente de acabar con todos los asesinos del planeta, cueste lo que le cueste, para asegurarse de que a nadie más en el mundo le ocurriera lo que a él le había pasado.
Se aproximó hacia su propio cadáver, donde aún estaba un policía, que probablemente intentaba reconocer el cuerpo, esperaba una ambulancia o revisaba si tenía algo de valor que pudiese llevarse, con lo corruptos que eran los policías en su país.
-¿Disculpe?¿Puedo pedirle un favor?-Preguntó al oficial, con una leve sonrisa en el rostro.
-¿Qué quieres?-Contestó el otro de mala gana.
Alex sonrió mas abiertamente, soltó una leve risita y dijo:
-No dejes ni uno vivo.
De regreso a casa se encontró con sus padres, preocupados por la larga ausencia de su hijo y las sirenas de policía de hace rato, pero Alexander los convenció de que no le había pasado nada.
Antes de regresar había usado las agujas para deformar su propio cadáver y dejarlo irreconocible, de forma que pudiera ir a su hogar con toda confianza y seguir su vida más o menos igual que como había sido antes del suceso, ya que la máscara que tenía la podía cambiar de forma a voluntad, y el maniquí articulado y la seda hacían que pareciera una persona común.
-Smile!-Saludó entre risas cuando-su perro se abalanzó sobre su amo para saludarlo, lamiéndole la cara como loco.-Oye, Smile-susurró, alegre.- Conseguí hilo y agujas, ¿quieres que probemos que tal funcionan contigo?